En Puerto Madryn nació “PiquiBlonde”, Cerveza Artesanal con piquillín

18 - mayo - 2020

En época de pandemia muchos se reinventan, muchos crean, muchos experimentan nuevos sabores.

En Puerto Madryn, nació “PiquiBlonde” una cerveza que tiene una característica bien patagónica, el piquillín como ingrediente especial para darle a una cerveza artesanal una identidad bien madrynense, bien patagónica.

Esta propuesta pertenece a una de las Pymes Cerveceras de la ciudad como lo es 600 Chapitas, cuya fábrica se monta en el Parque Ecológico El Doradillo y que tiene sus puntos de recarga en distintas cervecerías céntricas de la ciudad, además de participar constantemente en eventos gastronómicos y turísticos de la ciudad.

NoticiasPMY consultó cómo llegó PiquiBlonde a tener vida en los barriles de 600 Chapitas y la historia de su creación tiene dos aristas muy bien expresadas por sus responsables.

Para homenajear al Piquillín “hemos cosechado de forma manual, con una técnica originaria, los frutos de aquellas plantas nacidas en nuestro terreno. Luego de un proceso de limpieza y sanitización, fueron agregados durante la primera semana de fermentación a una cerveza rubia, incorporando tonos rosas y naranjas. Una cerveza muy suave y refrescante, en la cual el aroma y sabor te acercarán a la Patagonia…de aquí, en nuestro querido Parque Ecológico El Doradillo, nace la PiquiBlonde”.

Leyendas del Piquillín

Cuenta una de las leyendas que en un lejano paraje de la Patagonia vivía un viejo indio tehuelche, criancero de toda la vida de chivos y ovejas, buen hacedor de lazos y sogas con tientos de cuero crudo… Que, a pesar de su centenaria existencia, conservaba aún la fuerza de sus años de juventud, lo que le permitía carnear, hachar leña, lidiar con algún bicho maligno que se acercaba por el lugar y agasajar con un buen asado al viajero que muy de tanto en tanto pasaba por su rancho.

Una tarde su rostro, surcado por mil arrugas, comenzó lentamente a empalidecer, mientras su cuerpo encorvado caía poco a poco hacia adelante, como pidiéndole permiso a la tierra para posarse sobre ella. Al caer su cuerpo sobre el cuchillo de trabajo, dicen que se hizo un corte en un brazo, y que la sangre que emanaba se fue internando en el monte de jarillas y chañares que rodeaban el rancho…y así fue como al poco tiempo nació en ese lugar bañado por la sangre del anciano, una planta vigorosa, fuerte, curtida contra el frío y el viento patagónico, que hoy se conoce con el nombre de “piquillín”.

Su fruto, rojo como esa sangre y dulce como la ingenua filosofía del indio, sirvió de alimento a los arrieros y viajantes que recorrían la meseta, mientras que sus leños les proveían de hospitalaria calidez.

Quizá también hayas escuchado otra leyenda de este noble arbusto, basada en una historia de amor mal lograda, que simboliza la unión eterna entre una bella aborigen, Piqui y su vecino Llin.

Sea cual fuere el orígen, los duendes han decidido rendirle culto a esta planta, caracterizada por otorgar numerosos beneficios. De la leña sale el calor para pasar el frío patagónico, también para deleitarnos con exquisiteces culinarias en el fogón. De su raíz se obtiene un matiz de marrones que se emplean en diferentes tinturas…y de su diminuto fruto, un dulce alimento, aunque también ha sabido fermentar a majestuosas bebidas como el aguardiente.

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