La noticia conmocionó al barrio. Alguien había muerto, muchos no se apenaron por la víctima fatal pero lo cierto es que un asesinato siempre causa conmoción –aunque claro está algunos más que otros, algunas circunstancias lo hacen más conmovedor -. ¿La victima? La persona muerta era un hombre de 36 años, habría muerto desangrado por una puñalada certera en su cuello. ¿La víctima? Sí, la víctima de la historia es una nena de 13 o 14 años, como mi hija, como tu sobrina quizás. La justicia, que debe investigar el caso la imputó por homicidio. La justicia que debería haber investigado mucho tiempo antes qué pasaba en ese entorno, hoy quiere esclarecer el crimen de un hombre de 36 años en manos de una nena de 13 o 14 –da igual- pero sólo para “cerrar el caso” porque es inimputable. Penalmente, la nena no será sometida a juicio ni será condenada pero la condena, evidentemente, ya la venía cumpliendo cada día, con una familia que no pudo, no supo verla, conocerla, darse cuenta que algo pasaba.
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